"¡Muchas gracias por el desayuno, señora! ¡Que tenga un buen día! ¡Chao, vieja de mierda!".
Y corrió velozmente, con el estómago satisfecho, hasta llegar al Parque Araucano, el centro comercial más grande de la ciudad. Descansó unos minutos, recordó a su padre enfermo y hambriento. Se sintió abatido y muy solo.
Y se encontró en un dilema. Volver a casa con las pizzas para su papá o robar algo para luego venderlo en el Paseo Padres.
Se decidió por lo último.
Entró sigilosamente al supermercado del Parque y recorrió las hileras de productos maravillosos. Carnes frescas y jugosas; quesos inmensos y olorosos; zapatos siúticos pero lindos; ropa de príncipes...
Dejó caer las pizzas, agarró una bolsa con bistecs y la ocultó en sus pantalones. Y no supo más. Despertó adolorido por los golpes propinados por los guardias del supermercado con sus pesadas lumas.
"¡Dejen al pobre niño, por Dios!"
"¡Llamen a la policía, ladrón de mierda!"
"¡Que lo maten! Que lo maten!"
Llegaron dos policías, lo sacaron a patadas y lo dejaron ir.
El niño vomitó en la calle. Se sentía mal en cuerpo y alma. Se encaminó hacia el Paseo Padres. Su alternativa para volver a su casa con algo de dinero y comida para su padre: cantar.
Tenía una voz maravillosa y la habilidad de improvisar melodías y versos ingeniosos. Siempre había cantado para sí mismo en los sitios vacíos de la ciudad. Jamás se había atrevido a hacerlo frente a otros, ni siquiera ante su padre. Le daba vergüenza y dolor, pero lo haría por su viejo.
El paseo estaba atochado de transeúntes, vendedores callejeros, viejos limosneros lisiados y ciegos que tocaban guitarra y cantaban canciones de Carlos Gardel y Leonardo Fabio. El niño tiritaba por el nerviosismo.
Se instaló en una esquina oculta y comenzó a cantar. Al principio en un susurro casi inaudible y las manos en los bolsillos:
"...cantar es el don que me ha dado
en mi vagabundo morral guardado..."
Y luego más alto y con las manos libres, pidiendo:
"...cantar es un regalo del cielo
en las noches de hielo..."
Y luego a todo pulmón y sin importarle la concurrencia curiosa.
"Yo sé que en mi casita humilde
con la muerte tangible..."
"Y aquí ante ustedes señoras
sin vergüenza ni rencores..."
"...les pido una pequeña limosna
que la pobreza me agota!".
La concurrencia lo ovacionó y le dió dinero suficiente para comprar alimentos y una botella de vino.
Y se fue corriendo feliz entre los automovilistas, sacándoles la lengua, haciéndoles piruetas e insultos con sus dedos hasta llegar al otro lado de la ciudad, a la Población Santa Gregoria que amaba profundamente a pesar de los apagones de luz, falta de agua caliente y techos llenos de agujeros.
"¡Sale de la calle chiquillo de porquería!"
"¡Qué te hay imaginado niño insolente!"
"¡Voy a llamar a la policía para que te den una paliza!"...
Los gritos de los automovilistas se desvanecieron por esta vez. Ya estaba en su hogar, lejos de la pesadilla callejera.
"¿Y cómo hay estado, viejito lindo?"
"Más o menos no más, hijo, me duele mucho la espalda. Me cuesta levantarme".
"Lo que pasa es que usted no ha comido desde ayer pues papá".
"No tengo hambre. ¿trajiste algo?"
"Mire lo que le traje viejo: pan fresquito, queso, mantequilla y... esta!".
Al hombre se le iluminó la cara con una sonrisa infantil y luego estalló en carcajadas al ver la milagrosa botella de vino. Cenaron en un silencio y se quedaron dormidos sobre la cama del padre.
Amaneció con una violencia gris y húmeda. El niño se mojó la cara y cantó para si mismo "...es tan corto el descanso y tan larga la viiiiida...".
Y salió corrió hacia la ciudad.
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Qué cruel es la gente. Prefieren tirar a dar.Insultar a regalar una sonrisa.
ResponderBorrarPobre chico. Afortunadamente me parece muy inteligente.
Abrazos, Ian.
Permitimos que se tire la comida y no se intenta paliar el hambre de tantas personas que mendigan y son insultadas por hacerlo. Cuánto dolor y humillación. Pobre chico, la situación que sufre le está quitando su infancia…
ResponderBorrarHoy tu historia toca las fibras del corazón.
Un cálido abrazo Ían
Cuentas unas historias tremebundas pero llenas de ternura además de perfectamente escritas narración y dialogo.
ResponderBorrarUn saludo. Maribel.
Estaremos en crisis, pero solo para los que buscan en la basura, porque hay que ver cuanto se tira..., cuando aprenderemos!!;
ResponderBorrartus historias nos hielan el alma, pero nos tocan en lo más hondo del corazón.Felicidades por tu buen hacer Ian.Besos de buenas noches.
Es tremendamente estremecedora esta historia Ian... cuantos niños que intentas sobrevivir en la calle en completa soledad! Que injusto me parece cuando miro a mi alrededor y veo a tantos personajes que se llenan los bolsillos por solo hablar estupideces, haciendo nada. Con todo ese dinero podríamos terminar con la situación de pobreza de muchas familias. Una realidad evidente para todos pero que al parecer no va a cambiar nunca lamentablemente. ¿Será que la pobreza es conveniente para los que están más arriba, a nuestros gobernante? mmmm da para pensar!! Un abrazo estimado amigo de letras!!
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