lunes, 24 de septiembre de 2012

EL CUMPLEAÑOS DEL SEÑOR ANDERS




Para el señor Kristan Anders, ahora en América del Sur.
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Esta madrugada salí  a caminar por la Calle Larga de Valby. La razón era mi amigo el señor Kristian Anders, un viejito radicado aquí cerca en la Calle del Caballo que Mató a la Vieja (Horse that Kil de Vej, en danés). Solíamos encontrarnos en el supermercado de la esquina, y conversábamos alegremente mientras íbamos hacia nuestras casas. Dos cachorros foxterriers  eran su alegría. Usaba dos muletas porque tenía rodillas implantadas.  

Tenía dos hijos, cuatro nietos y dos nueras.  Pero ellos, ¡están muy ocupados!, ¿entiende? Su trabajo  no les da tiempo para visitarme. Pero vendrán para mi cumpleaños en enero. ¿Entiende usted, señor?


Si, yo entendía...

Era un placer caminar con el señor Anders y los perros. Divagábamos acerca de la Unión Europea que era necesaria, no, un lastre, una porquería, etc. Me contaba chistes picantes de su juventud y yo le hablaba de las empanadas de queso chilenas. El arremetía con el sabor del snaps, el aguardiente danés y yo remataba con los valles transversales y longitudinales de Chile.

¡Sí, señor! Para mi cumpleaños les voy a hacer una comida de cerdo asado a lo vikingo con papas marrones con y sin almíbar. Y un vino francés Chateau Le Grand 2005. Y Snaps Real. Y para los niños, jugo puro de naranjas españolas porque hay que reconocer que las danesas ¡son una mierda!

Y los perritos ladraban como asintiendo. Y desaparecían tras su puerta y yo me iba a la mía con un apetito feroz.

Esa madrugada, caminaba rápido. Pequeñas bestias aladas me perseguían como avispas voraces. Son los típicos seres fantasmales de La Calle Larga. Gnomos y enanos  me jalaban el abrigo. Por la nieve se movían lombrices gigantescas y desde los techos me insultaban dragones invisibles.

"Kristian, Kristian, ¿por qué te fuiste?, lloraba yo como niño, o como viejo.

Recuerdo que un mediodía del pasado verano, Kristian me invitó a su departamento a jugar ajedrez. Era la primera vez que entraba a su hogar.¡ Era sorprendente! Sus murallas estaban cubiertas de musgo verde, fresquito y fragante. Y sus pisos eran de arena. Una arena fina y amarilla como polvo de oro. ¡Olía a mar, a bosque, a vida!

Su tablero y sus piezas eran de ébano y marfil. Talladas por él con una minúscula navaja, las torres tenían ladrillos de piedra, balconcitos y rapunzeles. Los caballos tenían cuatro patas, ojitos de cristal verde y cabelleras multicolores. Cada pieza era una obra de arte sorprendente.

Y los perros me ladraron como si dijeran "Sí, sí, es verdad! No estás soñando...".

En su piano de cola interpretó melodías que él mismo había compuesto. En su techo, de  una bóveda celeste de yeso, colgaban astros, planetas y estrellas.

Si, pues, señor Ian, van a quedar deslumbrados para mi cumpleaños. Mis hijos son arquitectos y sus esposas son ingenieras. Mis nietos estudian astronomía y biología marina. Yo soy un pobre y viejo pintor de casas, sin educación, pero mi familia está orgullosa de mi. No tienen tiempo, ¿entiende?

Si si, yo entiendo... ¿Y hace cuánto tiempo que no los ve, señor Anders? ¡Cinco años! 

¡Pero cómo!

¡Están  muy ocupados, señor Ian. En la Navidad pasada  me llamaron para decirme que tenían reuniones importantísimas. Me dio un poco de pena pero no hay que ser egoísta. Cuando estuve hospitalizado por el problema de mis rodillas me enviaron un linda postal. Yo no puedo ir a visitarlos porque ellos me dicen que no debo malgastar mis energías.

¿Y dónde viven?

Aquí, cerquita. Cerca del Bosque. Tienen una casona muy linda con piscina y cancha de tenis. Trabajan duro, señor.

Esa madrugada caminé hasta el Bosque de Søndermarken, la prolongación de La Calle Larga de Valby. No hay que entrar cuando está oscuro porque las ánimas y los fantasmas voraces de asesinos rondan por el lugar. Me senté cerca de la Gran Fuente. El viento del polo norte me comía la piel. Estaba desconsolado. Señor Kristian Anders, ¿por qué te fuiste?

En el verano pasado fuimos a la calle peatonal del centro de Copenhague. Kristian se dedicó a seducir a cuanta niña encontraba a su paso. Ellas, coquetas, con sus falditas ultra mini, sus tacos altos y sus blusas sin escotes, ¡ah! y sus cabellos revueltos y vibrantes, le decían cosas como "Estás lindo, abuelito. ¿Quieres un besito?". Y él las tomaba de la cabeza y les daba besos en la boca. Se alejaban riendo a carcajadas. ¡Qué alegría y amor por la vida, Dios mío! Cuando la vida ya se le estaba escapando.

Cinco años sin saber de ellos porque son gente muy importante, señor Ian...

Otra vez fuimos al puerto a admirar la estatua de La Sirenita. Habían hordas de turistas japoneses tomando fotos. Anders posó para ellos,  quienes estaban felices de tener a un auténtico vikingo en sus cámaras. Y sonreía con la dicha de un bebé.

Algunas veces salía del supermercadito de la esquina columpiándose en sus muletas y cantando La Traviata a viva voz. Todo el vecindario lo adoraba.

Aprendió a saltar con sus muletas. A hacerle carreras a los niños y niñas del barrio. Y siempre sus fieles perros ladrando  tras de él, .

2

Ya era el mes de enero. La imprudente nieve escandinava se colaba por las rendijas de ventanas y puertas. Kristian y yo preparamos el Cumpleaños.

Cumplía ochenticinco. Le presté sillas y vajilla. Lo ayudé a cambiar la ubicación de sus pocos muebles y colgamos serpentinas desde su genial techo abovedado. Se movía con la agilidad de un acróbata y el entusiasmo de un infante. Reía cual payaso profesional y cantaba como Caruso.

Sí, señor, va a ser un cumpleaños histórico. Me imagino que mis nietos ya estarán grandes, y mis hijos y nueras canosos. ¡Cinco años, señor Ian! ¡Por Dios, cómo pasa el tiempo!...

Durante dos días confeccionamos las invitaciones. Pequeños cuadros al óleo, miniaturas con marinas, motivos campestres, naturalezas muertas dignas de un Vincent Van Gogh. Con pequeños atriles de madera de pino y sobres de seda. Cada uno con su nombre y dirección escritos con una pluma de pavo real. En la oficina de correos se negaban a recibirlas, ya que Kristian quería que fueran enviadas EXTRA FRÁGIL. Y tal sistema no existía.

Cantó "Happy birthday to you" con su voz de tenor. Así los convenció y obtuvo, además, aplausos y hurras del personal y los clientes.

Fuimos al Real Mercado de la Carne y a falta de un cerdo compramos un  jabalí.

Todo estaba listo para la fiesta. Solo cabía esperar a la familia que llegaría en un par de días. Se sobaba las manos con anticipada alegría y expectación.

Esa madrugada volví a mi casa tiritando de frío y con una amargura por la pérdida de mi querido amigo. Me enfermé de pulmonía y estuve relegado a mi cama varias semanas. No quería mejorarme ya que no soportaría salir a la calle para no encontrarme más con él y sus canes.

La vida había perdido su sentido. Tan acongojado estaba. Ya habían desaparecido los seres malditos de la Calle Larga de Valby y del Bosque de Søndermarken, pero estaban las alucinaciones de la fiebre. Ahora ya estoy sano. He salido a la Calle del Caballo que Mató a la Vieja. Me he enfrentado a la falta de Kristian. Los vecinos solidarizan conmigo y nos apoyamos mutuamente. Mi novia Jackeline me consuela como tan sólo ella sabe hacerlo...

Y celebró su cumpleaños.

¡Yo no lo conozco a usted, señor! Déjeme en paz o llamo a la policía. ¿Perros? Yo ya no tengo perros. ¡Váyase! No podían creer mis oídos.

Una mañana todos los vecinos nos reunimos para mirar cómo dos mocetones sacaban los muebles del señor Anders y los cargaban en un camión de mudanzas.

La familia Anders daba órdenes y no estaban los perritos. Niels, mi vecino,  contemplaba el espectáculo. Me acerqué a uno de los hijos para increparle  su acción desalmada, su egoísmo cruel. Echaba a su padre de su propia casa. Lo mandarían a un hospicio...

No ocurre nada espectacular, señor. Nos vamos a vivir a América del Sur y mi padre se viene con nosotros. Ha estado demasiado tiempo solo y ya es hora de que nosotros lo cuidemos.


2 comentarios:

  1. Vaya! que historia más conmovedora. Me has hecho pensar en cuántos señores Anders no tienen la misma fortuna que tu amigo y terminan sus días en absoluta soledad, encerrados en un asilo o peor aún abandonados a su suerte en cualquier lugar. Todo un personaje este especial pintor, que suerte para ti el haberlo conocido.
    Cariños desde la tierra de O´Higgins!

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  2. Iam,me gusta la historia...esa esperanza siempre esperanzada del protagonista,que todo lo disculpa y lo comprende...La vida al final le dió el premio merecido,el premio de la compañía de sus hijos,que tanto había esperado.
    Mi felicitación y mi abrazo inmenso por tu grandeza interior y tu buen hacer,amigo.
    M.Jesús

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