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Fotografía y diseño de Ian Welden. |
No tengo idea de lo que estoy escribiendo hasta que acabo. La creación artística es espontánea.
E. Ionesco.
Esta es una noche valbyana muy especial. El sol se ha puesto a brillar confundido y las palomas vuelan atolondradas entre las campanas de la iglesia que despiertan a todos los habitantes de la zona con sus tantaneos alegres y madrugales.
Esta es una noche valbyana muy especial. El sol se ha puesto a brillar confundido y las palomas vuelan atolondradas entre las campanas de la iglesia que despiertan a todos los habitantes de la zona con sus tantaneos alegres y madrugales.
“¡Pero
si son las doce de la
NOCHE! ¡Qué sucede aquí!
¡Orden! ¡Orden y
silencio!” grita
desconcertado el policía
azul mientras que
escolares diabólicos
desafían con audacia y displicencia juvenil a los
automovilistas y ciclistas
coléricos e irrespetuosos.
Luego, los
estudiantes se sientan a
descansar y a tomar
cerveza en el célebre Café
Cire donde además se dedican a molestar
a un viejito solitario que
sin hacerle daño a nadie toma té en silencio.
Él los increpa
duramente y de pronto
observa estupefacto cómo
una figura humana crece en su taza de té con leche.
“¡Es una viejita!” exclama
con alegría.
Los jóvenes ríen y
se burlan mientras que el
anciano no puede creer sus
propios ojos. En unos pocos segundo la criatura
se transforma en una
abuelita y le da un beso al viejo. Ambos se van felices
tomados de la mano y al
doblar la esquina se
encuentran con un espectáculo muy curioso.
Los valbyanos han
salido medio dormidos a la
Calle Larga de Valby. En
pijamas y con sus cepillos dentales en una mano deambulan
como zombis por la Plaza
Central, cantando canciones de cuna y gritando
slogans pacifistas.
Multitudes africanas,
asiáticas, españolas,francesas
y chilenas llegan al país
con ofrendas artesanales
en medio de la noche,
bailando y tocando sus músicas peculiares.
Millones de seres humanos
se aprietan en la placita para compartir momentos de
hermandad mientras que el
pobre policía azul corre
de un lado para otro intentando hacerlos
callar.
Pero el único que
finalmente calla es él. Se
despoja de su uniforme
azul y huye derrotado y
humillado por las oscuras calles adyacentes
sollozando “¡Ya no hay
respeto por la autoridad
en este mundo! ¿A dónde vamos a ir a
parar, señor?”. Pero el
señor Andersen, parado en
una esquina, guapo y acicalado como siempre, no
se da por aludido. Al contrario, flemáticamente grita
los nombres de Luya y Ale.
Estas acuden prontas a su llamado, tomándolo
amorosamente de sus brazos
dándole besitos en las
mejillas y abriéndole paso entre las
multitudes internacionales
que lo aclaman como al
mandatario poderoso
que es. Luya y Ale
reparten sonrisitas y
ósculos oficiales mientras
que el célebre carterista chileno el Rata, recién
salido de la cárcel, les
roba las billeteras con
una destreza sorprendente.
“¡Esto es como
estar en el cielo!” piensa
el Rata, hurtando relojes,
joyas, tarjetas de crédito y dinero de papel
a los tumultuosos
congregados en la Plaza
Central de Valby. Va
echando sus ganancias
en una gran maleta Nike
que le roba a un distraído
turista japonés que andaba
por ahí sacando fotos con su nueva cámara
digital.
Tan distraído era
que el carterista también
le usurpa la cámara
fotográfica literalmente
ante sus propios ojos. Y siendo un hombre
bueno e ingenuo, invita al
Rata a tomar una cerveza
en el Café Ciré.
Luego de varias
poderosas cervezas
danesas, ambos se juran
amistad eterna. Salen a la calle abrazados
gritando “¡Gloria eterna a
la amistad de los pueblos
Chile y Japón!” “¡Y que viva la excelente cerveza danesa!”
“¿Cerveza danesa?”
pregunta indignado un niño
que viene dirigiendo a una
enorme columna de infantes huérfanos del tercer mundo.
“¡Nosotros somos millones
que necesitamos agua, pan,
padres, educación! ¡Y ustedes andan por aquí alabando
a la cerveza! Deberían
avergonzarse, borrachos
inconscientes!”. Los niños vienen armados con
ametralladors automáticas
y son fieros como panteras
hambrientas y heridas.
“¿Qué tienen en la
maleta!?” pregunta
severamente el pequeño
guerrero.
“Una fortuna,
señorito…” contesta el
Rata tambaleándose.
“¿Una fortuna?” pregunta el japonés
ingenuamente.
“¿De quién es?” inquiere el
niño.
“De él” dice el
Rata señalando al japonés.
“Si, es mío” afirma el japonés
convincentemente.
Los niños abren la
maleta y gritan “Luya y
Ale!” al ver la inmensa
cantidad de tesoros. Dejan
a el Rata y al japonés en sus horribles
borracheras y se dirigen rápidamente al Café Ciré
para comer.“Mais,
ques` que cé? Monsieurs,
je ne se pas! Yo no
teniendo lugar para tanto
niñó hambrientó!” dice alegremente Piérre, el dueño
francés. “Mais, ils tener
d´árgent? Dineró? Dollars?
Oui?”
Los niños
hambrientos le muestran el
contenido de la maleta y a
Piérre se le iluminan los
ojos. Se soba las manos y grita “Mais
oui! Ce magnifique! Yo
proponer un trató. El
famosisimó Café Ciré pog la maletá, tres bién?”
Y así es como
Piérre sale por primera
vez en su vida a la Calle
Larga de Valby.
Pasea asombrado por entre las
multitudes de esta noche
inusual exclamando sus “Bon! Bon!” Y sus “Tre bién” y
deseándoles “Bon nuit” a
cada persona con la cual
se topa. Piérre se siente ahora dueño del
mundo, creyendo que el
mundo es así, como esta
noche valbyana, lleno de seres amables y de
colores diferentes. Cual
niño hambriento, pero de
vida, grita eufórico “Viv la liberté! La egalité! y
abraza y besa a cuanta
persona encuentra a su
paso.
Y ahí se nos va
Piérre para siempre, el ex
dueño del célebre Café
Cire, ahora dueño del
mundo. Camina hasta la Plaza Central y se
pierde en la multitud que
está que arde de
indignación porque el Primer Ministro del reino de
Dinamarca ha declarado que
“…los invasores indeseados
y los mendigos serán expulsados del reino por la
fuerza o la razón. ¡Y el
conocido activista
chileno-valbyano será condenado a cadena perpetua!”
“¡Ah, no! Cadena
perpetua, no, por favor!”
exclamó horrorizado ante
los paparazzis,
camarógrafos y periodistas
del mundo entero. “¡Es un
castigo tan cruel y
desalmado… Soy inocente!”
El viejo policía
azul ha reaparecido con
uniforme y todo, intentando
disolver esta magnífica
reunión mundial soplando en un instrumento
pequeñito que produce un
sonido agudo y alarmante.
La gente lo ignora y él se pone a llorar y
gritar cual niñito con
pataleta.
Yo camino entre el
gentío y me encuentro con
mi novia Jakeline,
abrazando y besando a un
gigantesco vikingo. “Adiós, mi amor…” le digo
con lágrimas en los ojos.
Tengo la impresión de que
estoy perdiendo muchas
cosas queridas esta noche.
Mis vecinos Niels Winter,
la Chancha, el Milico, el
Ciclista Solitario y el Jabalí sueco junto a los
amables milagreros de la
Calle Larga de Valby, se
me acercan para darme abrazos de consuelo y desearme
valor en estos momentos
amargos.
Las larguísimas
columnas de visitantes
africanos, asiáticos,
españoles y chilenos
abandonan tranquilamente el país. Los millones de niños
hambrientos, luego de
comer y beber a destajo en
el otrora mágico Café
Ciré, se van acompañados
por los fantasmas de Pablo
Neruda, Pablo Piccaso,
Pablo Cassals, Kandinski,
Kirkegaard y Kafka. Y los
valbyanos soñolientos, en
sus pijamas y con sus
cepillos de dientes en las
manos, se van por fin a
dormir, dejándome solo en
la Plaza Central junto al
viejo y agotado policía
azul.
Amanece. Las campanas
de la iglesia cesan de
campanear y las palomas
cierran sus alas y sus ojos para descansar de esta
noche tan especial. Los
automovilistas y ciclistas
agresivos y coléricos han desparecido de las calles y se
han ido junto con los
estudiantes audaces a su
sesiones de terapias antiagresivas.
Y llega la noche.
El sol de oculta
satisfecho de su obra
maestra y la luna vuela
por el cielo azul del
reino de Dinamarca. Todos duermen, menos yo.
Cien
guardias reales armados
aparecen de súbito y me
suben esposado a un
camión del ejército. Me
conducen a mi casa. Y
aquí me han dejado
diciéndome “La magnánima
reina Margrette ha
conmutado su sentencia
por arresto domiciliario
bajo la condición de que
usted no escriba más
milagros subversivos!”.
Publrcado en REVISTA ENCUENTOS.COM ESPAÑA
Un cuento para reir y reir y reir y reir. Qué locura, Ían. Es genial!
ResponderBorrarGracias, me hacía falta olvidarmde de mis problemas por un rato.
Sylvia.
En este amanecer de Reyes, tus reyes me han traído cascabeles para mi boca, gracias Ian.
ResponderBorrarhay un dicho que reza
ResponderBorraral país que fueses haz lo que vieses
así se logra encontrarle "sentido" a las costumbres de sus habitantes
e integrarse como ciudadano del mismo
feliz domingo
♥
ResponderBorrarNo me canso de admirar tu capacidad creadora. Te adoro.
Un beso.
♥