Hoy domingo salí a caminar por
La Calle Larga de Valby. La mañana estaba soleada y bullía con
milagros. Una camioneta 1920 con música charleston y llena de adolescentes con ropa de la época se detuvo a mi lado "Quieres venir a dar un paseito, abuelito lindo?".
Una nave espacial descendió sobre
La Plaza de Valby. De ella descendieron Los
Beatles mientras cantaban we all live in a yellow
submarine. Una señora celeste con cabellos rosados y anteojos
de sol verdes me susurró al oído "las cartas dicen que tendrás un futuro
incierto pero condescendiente". Y se alejó hasta desaparecer en el horizonte.
El policía de mi
infancia, en un portal, besaba a una enfermera de turno. Una dama de blanco me besó en la mejilla y se fue. Frente al Bosque de Søndermarken, en el balcón de la Cervecería del Reino (construida hace dos siglos atrás), los fantasmas del señor y la
señora Carlsberg leían en voz alta las peripecias de Tarzán, de Edgard Rice Burroughs. Abajo, a la entrada del
edificio, cientos de personas escuchaban con respetuoso silencio.
En el bosque de al lado del Zoológico del
Reino, un rinoceronte con corbata amarilla y
sombrero texano me pidió prestado dinero para comprarse
un hotdog en el boliche de la esquina.
La Reina Margrette II y su príncipe Henrik paseaban
por los jardines rodeados de cien guardaespaldas armados con ametralladoras automáticas. Yo, al querer
saludarla, fui agredido con golpes de karate. Me repuse sentado en el borde de la fuente del
bosque. A mi lado, la Sirenita abrillantaba sus
escamas. Ella me consoló explicándome la necesidad de la seguridad de la pareja real en estos tiempos del
terrorismo. "Debes aceptar que pareces extranjero" me dijo y se tiró a la fuente a
nadar. Recorrí de nuevo la Calle Larga.
Otro auto se detuvo. Un Elvis Presley disfrazado con barba y bigotes me ofreció llevarme. Le pedí que me dejara
a la entrada del Café Ciré a lo que el me respondió en un castellano agringado "Perro quei bien mi amigou,
you también voy al Cafei Cirrei!".
En el café nos recibió Piérre, el dueño, con su
habitual "Bonjour! Bonjour monsieur Ián, monsieur Elvís, sa va? Tre bién tre biéantar are you
lonesome tonight.
Pedí un jugo de naranjas cuando entró Hans Christian Andersen y se sentó a mi mesa. Me dijo "Estoy en aprietos, Ian. Le prometí a mis editores entregarles un cuento hoy a mediodía pero no se me ocurre el final! ¡Qué terrible, Ian! Se trata de un cisne bebé que por error nace en un nido de patos. Los patitos son hermosos pero el pequeño cisne es feo... ¡qué hacer!". Yo, por decir algo, le sugerí que el cisne feo se transformara, de acuerdo a las leyes de su naturaleza, en un cisne hermoso. El gritó "Eureka!" y salió corriendo del café.
Pedí un jugo de naranjas cuando entró Hans Christian Andersen y se sentó a mi mesa. Me dijo "Estoy en aprietos, Ian. Le prometí a mis editores entregarles un cuento hoy a mediodía pero no se me ocurre el final! ¡Qué terrible, Ian! Se trata de un cisne bebé que por error nace en un nido de patos. Los patitos son hermosos pero el pequeño cisne es feo... ¡qué hacer!". Yo, por decir algo, le sugerí que el cisne feo se transformara, de acuerdo a las leyes de su naturaleza, en un cisne hermoso. El gritó "Eureka!" y salió corriendo del café.
Elvis meneaba las caderas, con una agresiva versión de su Jail House Rock. En una mesita
apartada el arcángel Gabriel, lloroso, tomaba una cerveza Tuborg. Le pregunté qué le ocurría. "Me han despedido, Ian. Sobran ángeles y
arcángeles en el mundo. Soy cesante y lo único que sé hacer es
cuidar el paraíso con una espada de fuego. Cualquiera
puede hacer eso, ¿no?". Yo le dije que el niñito que tiene metido un dedo en el agujero de un dique en Holanda necesita un relevo. ¿Qué tal si escribía una carta al
gobierno holandés ofreciendo sus servicios? Gabriel lloró aún más y me mostró sus enormes dedos. "¿Crees que yo podría
introducir uno de éstos en ese hoyito? Y desplegó sus
alas y salió del café.
Ya en La Calle Larga de Valby nuevamente, un cóndor azul hizo surgir un arcoíris del semáforo. Ahora, todos los valbyanos lucimos trajes
multicolores.
Un policía del tránsito detuvo autos, camiones,
ciclistas y transeúntes para dejar cruzar la calle a una gigantesca jirafa
con dos jirafitas bebés.
Una pluma de paloma verde cayó en
mi cabeza transformando mi pelo en pasto fresco.
Al regresar a mi casa, ya fatigado por mi caminata, me encontré con La Bella Durmiente roncando en mi sofá. La desperté con un manotazo, le indiqué la salida y me acosté a dormir una merecida siesta.
Al regresar a mi casa, ya fatigado por mi caminata, me encontré con La Bella Durmiente roncando en mi sofá. La desperté con un manotazo, le indiqué la salida y me acosté a dormir una merecida siesta.
Ian Welden
Valby, Copenhague
Invierno 2009.
Fotocollage de Ian Welden. Copenhague 2005.
♥
ResponderBorrarEres un hacedor de milagros y en cualquier domingo Valby te espera con los brazos abiertos para disfrutarlos. Siembras belleza con tus palabras que pródigas endulzan los momentos de quienes te disfrutamos.
Que este tu domingo sea maravilloso, de acuerdo a tu exquisita sensibilidad.
Un fuerte abrazo y un beso con muchísimo cariño y admiración :)
♥
milagros hay cada vez que despertamos y tomamos consciencia de lo vivo que estamos
ResponderBorrarprecioso relato , con aires de nostalgias que no hacen daño, sino que dejan dulce sabor en los labios
besitos y luz
pd...porfis pa'la otra usa la letra tamaño 12 , mis ojitos pitis te lo agradecerán jajaja
Pobre Bella-Durmiente. Al final ella se llevó la peor parte y es que cuando uno tiene sueño no hay sueños que eviten su dormir.
ResponderBorrarAbrazos
El árcangel Gabriel tomando una cerveza y en paro... qué imagen, Ian!!!
ResponderBorrarMenos mal que siempre tienen qué hacer.
Buen relato, lleno de ti mismo :)
Besos
me gustó...
ResponderBorrarsin dudas es ágil y mágico
renueva las formas de ver y reescribir sobre lo aprendido
...algo nostálgico también
pero que sus recursos en si le dan más fuerza al relato!
me hiciste sonreír
y eso es muy bueno!