En los años noventa una de las guerras civiles más violentas y brutales de la historia se desarrolló en la Península de los Balcanes. Monitoreada por las Naciones Unidas, para evitar y denunciar "crímenes de guerra" -como si la guerra en sí misma no fuera un crimen, el más horroroso de todos- las víctimas fueron primordialmente mujeres. Millares de mujeres jóvenes y niñas pequeñas fueron torturadas, violadas y asesinadas por ambos bandos del infame conflicto bélico.
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Ibas por los bosques, pequeña Vildana,
recogiendo flores y tarareando "give peace a chance"
cuando de pronto y como si fuera una pesadilla
escuchaste los gritos salvajes
de tu madre, Nerkesa.
Ella fue interceptada
por una sonriente patrulla
de quince jovencitos
vestidos de plomo oficial.
Y, Vildana, llegaste a tiempo
para presenciar la escena bestial.
Nerkeza tendida entre las piedras
azotada y apedreada
hasta la inconscienda.
Y lo quince soldaditos de plomo
con sus penes erguidos
goteando bestialidad.
Un búho cantó su advertencia
desde su atalaya en los pinos
y los quince monstruos huyeron riéndo
a buscar alabanzas y medallas
en el poderoso bunker de la canallada.
Recogiste a tu madre
con caricias y abrazos
y la arrastraste con suaves palabras de amor
hasta el policlínico de la Cruz Roja.
Ahí te dieron bizcochos de ilusión, Vildana,
y a Nerkeza un parche curita
para palear la herida en el alma
y cicatrizar con agua bendita
lo que nunca podrá cicatrizar.
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Arte visual "Los Héroes de la Bestialidad", Ian Welden. Copenhague 2002.
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Ibas por los bosques, pequeña Vildana,
recogiendo flores y tarareando "give peace a chance"
cuando de pronto y como si fuera una pesadilla
escuchaste los gritos salvajes
de tu madre, Nerkesa.
Ella fue interceptada
por una sonriente patrulla
de quince jovencitos
vestidos de plomo oficial.
Y, Vildana, llegaste a tiempo
para presenciar la escena bestial.
Nerkeza tendida entre las piedras
azotada y apedreada
hasta la inconscienda.
Y lo quince soldaditos de plomo
con sus penes erguidos
goteando bestialidad.
Un búho cantó su advertencia
desde su atalaya en los pinos
y los quince monstruos huyeron riéndo
a buscar alabanzas y medallas
en el poderoso bunker de la canallada.
Recogiste a tu madre
con caricias y abrazos
y la arrastraste con suaves palabras de amor
hasta el policlínico de la Cruz Roja.
Ahí te dieron bizcochos de ilusión, Vildana,
y a Nerkeza un parche curita
para palear la herida en el alma
y cicatrizar con agua bendita
lo que nunca podrá cicatrizar.
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Arte visual "Los Héroes de la Bestialidad", Ian Welden. Copenhague 2002.
Tan brutal como la guerra y sus consecuencias.
ResponderBorrarHace poco leí en un libro que los humanos somos bravucones que abusamos del débil y reverenciamos al poderoso que nos somete.
Efectivamente Ian, hay heridas que jamás pueden cicatrizar.
Besos
A veces me avergüenzo de formar parte de una especie "el ser humano", que ha demostrado históricamente su incapacidad para aprender a valorar y respetar la vida...
ResponderBorrarTus letras están cargadas de cruenta intensidad. Siempre es un placer leerte Ian.
Te dejo un fuerte abrazo
parte de toda evolución, vivimos en un planeta en si mismo violento,por qué el hombre ha de ser distinto?
ResponderBorrarlamentablemente las guerras son parte de la esencia humana es una cruda realidad aunque intentemos cambiarla, vendrán otros a recordárnosla
besitos y buena semana
Impactante poema que narra uno de los tantos horrores de la guerra. Estremecedor. Brillante trabajo. Un abrazo.
ResponderBorrarLas guerras dejan víctimas de violaciones y torturas en mujeres y niños indefensos ante tanta crueldad… su huella y permanece desde aquellos días, infancia robada, dolor que perdura…
ResponderBorrarUna herida abierta en el alma que estremece al leer tu poema denuncia…tus letras Ían, impactan…
Un abrazo
El poema hace reflexionar sobre un episodio tan cruel y doloroso como fue el de esa guerra donde se encarnizaron odios seculares que yacían dormidos y un día despertaron como sanguinarias fieras.
ResponderBorrarUn gran beso, Ian y gracias por hacernos pensar.