Dibujo de Ian Welden, Copenhague 2007.
Santos nació de pie una mañana soleada de julio en España, en un pueblito llamado El País de la Infancia. Caminó en busca de un sentido en su vida. No quería perder su tiempo en madres ni senos hinchados de leche. La existencia era demasiado corta para esas tonterías. En un dos por tres esquivó la niñez y entró al reino de la adolescencia una amistosa mañana.
Con su elocuencia y sus ojos de estrellas azules, encontró albergue en la corte de la reina y contribuyó a su nuevo país con cien bebés, cien Santitos que también nacieron de pie y salieron a caminar por España en busca del sentido de sus existencias,
En una zancadilla la vida obligó a Santos a enamorarse de la hija de la reina, Encarnación, una doncella virgen de dieciséis años de edad, talentosa como él. Ella le fue infiel en su noche de bodas y parió a Anti Santos, un bebé que se negó a caminar hasta que cumplió los siete años de edad.
Santos, herido y aún enamorado de Encarnación, cruzó la frontera hacia la República de los Treinta, un mediodía de abril. Se entregó a pasiones prohibidas por la Biblia, donando esta vez al gobierno de la república a miles de Santitos que se mezclaron con las vírgenes locales. Santos, ya aburrido, cruzó prematuramente la frontera hacia el País de los Abuelos.
Jamás debió hacerlo.
Por primera vez en su vida se sintió cansado, sin haber encontrado un sentido a la vida. Se sentó ante las puertas del nuevo país y contemplándose en las aguas de una laguna vio con horror a un Santos cuyos otrora ojos azules eran cuencas oscuras, y su rostro que quitaba el aliento a las mujeres, era una patética burla de sí mismo, pálido y arrugado.
Abrió las puertas y los habitantes lo ignoraron. Pidió albergue en una miserable posada a cambio de limpiar el establo y cepillar los caballos, a sabiendas de que sus próximos pasos lo conducirían al País de la Muerte.
Se entregó a la autocompasión, al vino agrio de la posada y a los juegos de azar, perdiendo sus últimas migajas de amor propio y hasta sus ropas y zapatos.
Desnudo, sin dientes ni cabello, caminó una mañana de espesa neblina hacia el País de la Muerte.Se perdió en el camino y reapareció muy confundido en el Reino de la Adolescencia. El lugar estaba irreconocible. Rascacielos de vidrio y metal impedían la entrada del sol. Automóviles violentos rugían por las carreteras de hormigón y los letreros de neón perturbaban la vista. La música agresiva había desterrado a Mozart, Vivaldi y Albinoni.
Santos lloró por su otrora amor poderoso Encarnación y su hijo Anti Santos.
Los buscó en los hipermercados, entre las hordas de multitudes inexpresivas. Se encontró con muchos Santitos, sus hijos, desnudos y extraviados como él, llorando y buscando a sus madres amadas y sus sentidos de la vida.
Mientras tanto, Anti Santos, ya hombre, asistía a los funerales de su madre Encarnación. En un barrio apartado del Reino de la Adolescencia, fue enterrada a los pies de un joven gomero en la glorieta de su palacio. Su tumba fue regada con agua bendita para protegerla de los espíritus malignos. El lugar fue bautizado la Glorieta de Encarnación.Y no sabiendo cómo ni por qué, Santos apareció en el funeral, seníl y desnudo como un Adán en búsqueda de su Eva.
Su hijo, Anti Santos, lo abrazó, lo cubrió con una manta y se hizo cargo de él. Lo bañó y le puso pañales. Le dio un biberón con leche tibia y lo acostó a dormir en una cuna. A la mañana siguiente Santos despertó muerto, encontrando así, por fin, el sentido de su vida.
Fue sepultado junto a Encarnación y ambos se unieron en un abrazo tan ardiente que la tierra tembló. Los cielos se iluminaron y el gomero se transformó en un portentoso homenaje a los amantes. Su tronco, el cuerpo musculoso y formidable de Santos y sus ramas la cabellera loca y seductora de Encarnación.
Al transcurrir los años, el lugar de los amantes fue rebautizado, por supuesto, "La Glorieta de la Encarnación".
Y los Santitos, aún andan entre nosotros los seres humanos comunes y corrientes, multiplicándose por millones, apresurados, a tientas, sin paz ni descanso y sin un sentido en sus existencias nómadas
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Publicado por REVISTA ARENA Y CAL ESPAÑA
http://www.islabahia.com/arenaycal/2011/187_noviembre/ian_welden187.asp
Que triste esta historia Ian, pero linda como tu la cuentas, gracias por compartirla.Un beso y que pases un feliz fin de semana.
ResponderBorrarBello relato como todos los tuyos, querido Ian,
ResponderBorrarUn beso y buen fin de semana
La historia de la vida en el relato, con todos los sinsabores y un buen final
ResponderBorrarUn abrazo