Nieva
y nieva
y nieva.
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El rotundo y alarmante silencio
de la naturaleza escandinava
toma posesión de mi alma
y de mi otrora ágil corazón.
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Imagino a mi mujer preferida
abriéndole sigilosa la puerta
al generoso verano chileno
y al arrogante sol sureño
trepando por sus cabellos indómitos
para finalmente seducirla.
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Nieva
y nieva
y vuelve a nevar.
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Dos palomas blancas
se entregan a un rito erótico
bajo un solitario sauce desnudo.
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Aproximo mis oídos
a la superficie del planeta
y logro escuchar con claridad
las voces y susurros
de la mágica América Latina.
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Mi mujer más querida
tiende su ropa recién lavada
sobre la curvatura multicolor
de un loco arcoiris austral.
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Nieva
y nieva
e insiste en nevar.
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Mis torpes intentos de rebelión
ante la obtusa tiranía
de los hemisferios del establishment
claudican con un suspiro final.
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Para no perder la cordura
me aferro a los coqueteos
que me ofrece incondicionalmente
la afrodisíaca nevazón nórdica.
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Nieva
y nieva
y nieva sin misericordia
hasta siempre jamás.
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Fotografía "El Bosque de Nieve".
Ian Welden. Enero 2011. Ciudad de Hvidovre, Dinamarca.