Esta madrugada gloriosa y celeste
pienso en mis amadas cordilleras
pintadas de oro por una loca luna de verano.
Mi profundo y amistoso hogar
lleno de sol, colores y voces.
Mis dulces huellas eternas
en el jardín de juegos de mi infancia.
Mi madre cálida y sonriente
con su aroma a pan recién horneado
y sus frescas flores en la mesa de la cocina.
Los secretos y placeres de mi amante,
las sinceras risas de mis amigos,
el excitante vapor de mi comida y mis condimentos,
y la emocionante simplicidad de llorar y reir
en mi propio, viejo y noble idioma castellano.
La conmovedora y alegre promiscuidad de mis vecinos
entrando y saliendo de mi casa en las tardes somnolientas.
La audacia de los niños en sus columpios multicolores.
Los paseos de los viejos tomados de la mano
bajo un arcoíris silencioso.
Las almas de mis muertos bailando en el infinito universo.
La densa bruma que se disipa para siempre de mis ojos.
Dibujo de Ían Welden Robeson