Cuando en los crepúsculos insomnes
me siento asustado y solitario
como un niño huérfano
y necesito a gritos a un padre
que me sujete entre sus brazos
para decirme que todo está bien
corro por las callecitas nevadas
de esta misteriosa Copenhague
en busca de las manos inmortales
del acogedor Hans Cristian Andersen.
Y entre ellas me deposito
ya que sus heladas caricias me reconfortan
su aliento de bronce me hace dormir
su solemne sombrero de copa
me otorga refugio político
mientras que las sonrientes hordas
de entusiasmados turistas japoneses
con sus anteojos y sus flamantes Nicon
nos toman fotos para la posteridad.
Fotografía del poema: Ian Welden, Copenhaguen 2005.
Hasta su estatua sigue conservando la magia de su representado.
ResponderBorrarSí que parece acogedora
Abrazos
Ian, este poema me parece buenísimo porque tiene ternura, soledad, esperanza y mucha ironía.
ResponderBorrarMe alegra que lo hayas vuelto a publicar.
Besos desde este día lleno de lluvia
Ian...gracias por tu visita a mi espacio, hacia tiempo que no sabia de ti. Maravillosa esta Oda al amigo acogedor.
ResponderBorrarPero yo me quedaría siempre con unos brazos cálidos de mujer, de madre, de amigo/a...de compañero, piel con piel, aliento con aliento o dolor con dolor.
Un beso grande, grande. WOMMY
Jo, mira que eres bueno...
ResponderBorrarBesos desde el Mediterráneo.***