lunes, 29 de octubre de 2012

COSAS DE NIÑO

Queridas amistades, este relato aborda un tema por el que algunas personas me tildan de inmoral.
Pero muchas personas me apoyan y revistas literarias virtuales lo han publicado ya que entienden que l@s monstruos pedfílic@s son una lacra social peligrosa y que son seres astutos y sin escrúpulos. Son mortales para toda la comunidad.
Uso un lenguaje que tal vez les resulte grosero, hiriente o repulsivo. Demás está advertir que en su actual forma este relato no es adecuado para niñ@s

Ian Welden.




http://www.pedofilia-no.org/

1
Cuando empecé a conocer este mundo tuve miedo. porque mi padre no tomaba mi mano al cruzar  las calles.  Mi madre palpaba los moretones en su cara y  en su cocina agregaba lágrimas a las  cazuelas.

 El firmamento amenazaba caer sobre mi cama, en mis pesadillas. Porque yo guardaba un secreto. Cuando mis padres se  recluían en su mundo, mi tío me colmaba de juguetes y caricias. Me  paseaba en su auto y me hacía cosquillas entre las piernas. No entendía muchas cosas, pero las aceptaba convencido de que la vida era así para todos. 

Yo no tenía amigos. Los días en que mi tío no aparecía eran largos y tediosos. Ciertos domingos, con mi padres, íbamos a la iglesia y luego comíamos pasteles en el parque. O caminábamos por la alameda, ellos, tomados de la mano y yo, temeroso de volver al infierno de siempre.

La atmósfera en la casa solía ser tormentosa. La llegada de mi tío cambiaba el color del universo. Él me llevaba al parque de diversiones, donde comíamos hotdogs mientras navegábamos en los botecitos del Túnel del Amor. Una  vez me besó en la boca. Un  malestar recorrió mi cuerpo y el hot dog se me cayó al agua. Él dijo que nuestro amor era sagrado, que por nada en el mundo se lo contara a mis padres. Me aseguró que Dios se enfadaría si yo traicionaba nuestro juramento. Luego, me compró un enorme oso de felpa  y cenamos hamburguesas con papas fritas.

El miedo me torturaba cuando regresé a mi casa, pero mi.padre me revolvió el pelo. Mi madre me subió a su regazo, me besó y apretujó. Me pregunté  si  tal vez Dios se los habría contado. Miré confundido a mi tío y él me envió un beso a través de la sala. Todo estaba bien, quizás.

Esa noche, mientras oraba el Padrenuestro, escuché los gritos en el cuarto contiguo. Abracé al oso y hundí  mi cabeza en la almohada

2

Tenía siete años de edad cuando mis padres se separaron. Me quedé con mi madre y mi tío me llevaba a visitar a mi padre quien siempre estaba borracho. 

En el colegio religioso tenía tan sólo una amiga. Los padres de Soledad estaban separados y ella  también tenía un secreto con su padrino. Mi tío asumió con entusiasmo el rol de padre y sus atenciones para conmigo. Sus caricias se tornaron más raras y nuestro pacto se tornó en  amenaza. Yo no entendía su necesidad de tocarme los genitales ni su obsesión por masturbarse contra mis nalgas. Me hacía llorar cuando me obligaba a besar su miembro El  decía que así demostraba su gran amor por mí. Yo intuía que mi situación era algo malo, pero mi dolor no lograba formularlo en palabras.

Soledad era silenciosa y solitaria como yo. Su madre estaba internada en un hospital psiquiátrico y ella vivía con su padre en un sector pudiente de la ciudad. Su padrino, un señor jovial, la esperaba  en su automóvil al terminar las clases. Cuando él y mi padrino se encontraban se daban abrazos y palmaditas en los hombros.

Un día Soledad y yo olvidamos nuestro juramento.  Yo le conté y ella me confesó un pacto de amor con su padrino.
 Ignorábamos la magnitud de nuestra situación, pero ya no estábamos abandonados al mundo. Sin embargo, yo me sentía dividido. El niño que amaba la vida y era capaz de sonreír y, el otro, que soportaba en silencio las amenazas  de condena eterna  de los religiosos

Un viernes, mi tío  invitó a Soledad y a su padrino a pasar el fin de semana con nosotros. La siniestra ceremonia duró hasta el domingo, en que fuimos los cuatro a la misa a comulgar. Mi amiguita sollozaba en un rincón de la iglesia. Yo le confesé mi pesadilla al padre Nicanor, pero él me increpó que eran cosas de niño.  Me mandó a rezar diez Padrenuestros y veinte Ave Marías.

3

El padrino de Soledad había denunciado su desaparición y la policía encontró su cuerpo flagelado.  El padre, ausente en la vida de su hija, se conformó con el encarcelamiento de un viejo vago. Mi adorada Soledad fue sepultada con sus lágrimas y sus esperanzas. Me refugié en el consuelo de mi madre y rechacé las insistentes invitaciones de mi tío y del padrino.

La muerte de Soledad era el castigo de Dios por haber traicionado el juramento

Mi madre me llevó al médico y encontré refugio en unas píldoras verdes.Al inicio ella administraba mis píldoras, pero pronto necesité más. Las hurtaba para poder tocar el exquisito cielo de la indiferencia.  Acepté  las invitaciones de mi tío y del padrino de Soledad. Esta vez, sin rituales de seducción ni  pactos de amor. Tenía muchas pildoritas a mi disposición. Muchos hombres sometían a niños y niñas de mi edad a sus violentos caprichos. Así conocí también el infierno.

Mi tío no me proveía droga durante la semana. Me iba con mi  uniforme escolar a los baños públicos del centro de la ciudad. Allí me dejaba manosear a cambio de píldoras de todos los colores. La policía entraba a vigilar, pero ellos veían a un colegial de siete años de edad con sus libros bajo el brazo.

Mi padre murió por esos días y mi madre, que no había perdido la esperanza de volver con él, enfermó de pena.

4
Mi madre murió el día de mi cumpleaños número ocho. Yo, que había perdido mi habilidad para llorar, descubrí mi capacidad para odiar. Odié a mi madre por haberme dejado. Odié el recuerdo de mi padre y a las autoridades por obligarme a vivir con mi tío. Odié a los profesores, los sacerdotes, la policía... y echaba de menos a Soledad.

Algunas noches, en el cementerio, me sentaba a los pies de las tumbas. Y volvía  a casa de mi tío no sin antes  apedrear  estatuas y mausoleos del  llamado "campo santo". 

Comencé a entender, creía yo, los torcidos manejos del mundo que me había tocado vivir.

Una tarde de sábado, en casa de mi tío, varios niños yacían inconscientes en los sofás y en la alfombra. Escuché gritos cuando mi tío, desnudo y sudoroso, abofeteó a una niña. La condujo a un cuarto donde lo esperaba el padrino con una cámara fotográfica. Corrí al baño, tomé una navaja  y logré degollarlos a los dos.

 Llené mis bolsillos con píldoras, llamé a la policía y salí a las calles con la navaja en mi cinturón. Llegué al Cementerio Viejo y allí me instalé en una cripta, cerca de Soledad.

Nunca más me prostituí, me dediqué a vender droga.  Obtenía más con mi navaja. Vestía mi uniforme escolar y si la policía  amenazaba con encerrarme, yo les  entregaba un fajón de billetes. 

Yo mostraba mi navaja sólo a hombres y viejos solitarios. Hurtaba alimentos en los supermercados pero de vez en cuando iba al Restaurante Golden. Allí, además de cenar como rey, el dueño me dejaba lavarme en los baños.  Él no me conocía, pero yo sabía que era el padre de Soledad. Qué deseos tan ardientes tenía de "afeitarlo". Paciencia, paciencia...

Muchos niños de la calle eran feroces y vivían en grupos bajo los puentes.  Otros eran solitarios como yo. Pero todos llevábamos el estigma de Abel en la frente. No existía el cariño ni la camaradería. Solamente miedo, odio y violencia. 

Yo tenía  muy cercano a mi corazón el recuerdo de mi madre, así como la sonrisa de Soledad.
Era privilegiado en medio de ese infierno.

5

Una noche, con hambre y frío, no encontré  a quienes mostrar mi navaja. Mi cuerpo se sacudía por la abstinencia, así que fui a mi nido en la cripta. Allí, una pandilla de niños de mi edad, con cuchillos y pistolas, me rodeó. Me despojaron de mi uniforme escolar y de mi imprescindible navaja. Luego me propinaron puntapiés en todo el cuerpo.

Cuando desperté creí estar en el infierno. El padre de Soledad estaba inclinado sobre mi cuerpo  enfebrecido. Intenté levantarme pero él me sujetó con ambas manos.Me explicó que me había encontrado inconsciente en una calle cercana a su restaurante. Que sabía quién era yo y que me iba a cuidar.  Me dio algo de beber y me inyectó un líquido transparente en un muslo.

 La habitación era lujosa, la cama era blanda y olía a flores.Dormí por tres días y al despertar  encontré frutas y leche sobre una mesa. Estaba solo y mi instinto me dijo que debía desvalijar y huir. Pero no tenía ropa y la  sensación de abstinencia me produjo un conocido pánico. Comía manzanas cuando el padre de Soledad apareció en el umbral con un paquete  y una jeringa. El paquete contenía vestimentas y zapatos. Me inyectó, según dijo, un tranquilizante que evitaría los síntomas de abstinencia.

Todo era como un buen sueño pero yo estaba preparándome para su asalto. En cualquier momento me iba a comer. Ahora tan sólo me estaba engordando. Pero ese momento no llegó. Me relató el  asesinato de su hija cometido por mi tío y el padrino. De cómo la policía recibió dinero e inculpó al pobre viejo para cerrar  la investigación . De cómo la policía amenazó con inculparlo de violación y tortura  de su otra hijita, si no callaba... También dijo que me había visto sufrir en el cementerio la tarde en que Soledad fue enterrada.

A mis ocho años de edad no lograba asimilar tanta maldad. Mi impresión cuando atravesaba las calles con mi padre sin su mano, era la correcta.

6

Ahora, en La Penitenciaría del Estado, cumplo condena perpetua por los asesinatos de mi tío y el padrino. Aquí las cosas son idénticas a la vida de afuera. Soy un hombre joven, sí, y debo cuidarme con mi navaja. Acechan las bandas de reclusos violentos. Los guardias exigen pago por privilegios, una celda privada, una caminata a la ciudad, droga, sexo.Aún viene a visitarme el padre de Soledad, con su hija menor. Y en las noches solitarias, entre las maldiciones de los reos, vienen mis padres y mi amada Soledad a acompañarme. Ellos me hacen dormir tranquilo, como  un niño.


Publicado por Revista Arena y Cal España
http://www.islabahia.com/arenaycal/2010/171_mayo/ian_welden171.asp

Publicado por Revista Azul Arte Canada
http://revistaliterariaazularte.blogspot.dk/2009/09/ian-weldenprosa-poesia.html

Publicado por José Pivin en su revista EL GALLO EN ALPARGATAS Haifa, Israel
http://el-gallo-en-alpargatas.blogspot.dk/2010/04/ian-welden-desde-dinamarca-cosas-de.html

5 comentarios:

  1. Ian, hay gente para todo.
    Pasa que cuando se remueven conciencias no gusta.
    Pero al fin y al cabo la palabra se interpreta desde la mente de cada cual.

    A mi me parece que has relatado magistralmente este tema que todos en mayor o menor medida conocemos y hasta hemos vivido (si, tal cual, raro es el niño que no ha pasado por ello aunque sea levemente)
    Y si te acusan de degenerado es porque no han leído nunca tus poemas ni tus prosas.

    Besos querido Ian

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  2. Realmente demoledor, Ian. Una, como madre, no puede evitar sentir un escalofrío que recorre mi colummna vertebral hasta atravesar el alma. Una, como madre, no comprende tanta maldad, tanta frialdad capaz de jugar con la inocencia y las carencias afectivas de un niño; una, como madre, no entiende que quienes deberían proteger y querer a los niños puedan dormir tranquilos y disfurtar de la vida mientras destrozan sin pudor sentimientos, dignidad, la esperanza y horizonte de quienes apenas han comenzado a vivir. Una, como madre, nunca entenderá esta injusticia para la sangre de nuestra sangre.

    Un fuerte y cálido abrazo, Ian. Magnífico alegato.

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  3. Yo debo felicitarte Ian, por la magistral forma de describir situaciones límites y totalmente repetidas que suceden todos los días y en cualquier hogar del mundo.
    Me quedo siempre impactada al leerte, no sé si es consecuencia de los temas que leo o es la forma descriptiva que hacen que tus historias sen tan reales.
    Te dejo un fuerte abrazo, mil gracias por la visita!

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  4. Un relato conmovedor amigo, la pedofilia es un mal horrendo que existe y lo viven muchos niños, lo que me indigna tremendamente es que esta gente cobarde se vale de artimañas tan detestables para doblegar la conducta de los inocentes niños, de verdad que es horriblemente indignante,..amigo tu escrito no tiene nada de pervertido, es mas es una forma de preveer y estar mas pendiente de nuestros chiquitos...cualquiera que te lea abrira los ojos para poder ser mas cauta con sus pequeños,..es deplorable pero esta ocurriendo....

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  5. Sí, este es un relato muy duro, muy fuerte, pero también real y como no hay que ocultar realidades de tal calibre, pienso que publicar a modo de relato una historia como esta no tienes por que hacernos llevar las manos a la cabeza, al contrario; son relatos de concienciación, de conocimiento para quien desconozca, somos adultos y como adultos hemos de alzar la mano par indicar que existe un rechazo mayoritario hacia las situaciones de depravación que como esa alimenta nuestra sociedad.

    Un abrazo, amigo Ian

    FINA

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