lunes, 15 de octubre de 2012

HENRIK Y CO. Y EL PUENTE DEL OESTE



Dibujo de Ian Welden, Valby Copenhague





Hace mil años atrás viví en el barrio del Puente del Oeste. Entonces era  el barrio más pobre del reino de Dinamarca; extranjeros como yo, familias indigentes y viejitos alcohólicos vivíamos codo a codo con prostitutas, drogadictos y pandillas de jóvenes criminales. Estos últimos eran los mandamás del sector y la policía les temía.
El sector del Puente del Oeste es famoso en Europa porque su columna vertebral, la Calle del Hielo, se destacó en la Segunda Guerra Mundial por su  resistencia a la ocupación nazi en Escandinavia. El sabotaje realizado por sus  habitantes causó estragos al ejército alemán. El lema "LA CALLE DEL HIELO JAMÁS SE RINDE" aún se ve escrito en los muros de Copenhague.
Debido a circunstancias amargas,  perdí mi casita con árboles y pájaros en la célebre Calle Larga de Valby,. Me fui a vivir temporalmente a un departamento lúgubre y frío en El Puente.
Fueron tiempos solitarios. Mis pequeñas hijas se quedaban conmigo los fines de semana y yo iba a mi trabajo en los campamentos para refugiados de la Cruz Roja los otros días y noches.
La pandilla brutal y siempre vigilante, era comandada por un matoncito  moreno, de mirada siniestra. Henrik  dirigía unos quince hombres que le obedecían con disciplina militar. Y su cuartel general estaba en el patio común de mi edificio.
Henrik me vio llegar con mi maleta cuando me cambié "de casa" un domingo por la tarde. Estaba en la esquina junto a sus subalternos. A pesar de su baja estatura era musculoso y atlético. Vestían todos de cuero negro y usaban colgajos de oro. Sus armas eran cadenas de bicicleta, puñales y pistolas. Tenían poder y dinero.
Como yo era extranjero, Henrik  se interesó en mí y su primera lección para que no me cupieran dudas de su jerarquía, fue asaltar a un gigantesco joven que, casualmente, caminaba por ahí. Lo derribó con dos golpes de karate y lo pateó hasta la inconsciencia. En un segundo... Y al otro segundo me miró y escupió al suelo. Yo comprendí... Y me dejaron pasar.
Mi siguiente encuentro  con Henrik & Co. fue un domingo en que salí al patio a tirar la basura. Se me acercó con dos subalternos y se desarrolló el siguiente diálogo:
Él (muy agresivo): "¿Cuál es tu nacionalidad?"
Yo (temblando): "Soy sudamericano..."
Él (más relajado): "¿Sudafricano?"
Yo (petrificado): "No... Soy SUDAMERICANO"
Henrik se dirigió a su tropa y gritó "¡Es sudafricano y blanco! ¡Vengan todos a darle la mano!".
O sea que Henrik era racista ¡y sordo!  Se  acercaron todos a darme abrazos de bienvenida al barrio. Después de esta ceremonia de reconocimiento de jerarquías, todo fue "sudafricano por aquí y sudafricano por allá" y "¡Hola sudafricanito! ¿Quieres algo? ¿Necesitas alguna cosita?".
Una noche, entraron en mi departamento y me sacaron a tirones de la cama. Me sentaron en una silla, amarraron mis manos y mis pies e hicieron una barricada ante la puerta con mis pocos muebles. Abrieron una ventana y escuché ruidos de motores y sirenas de policía. Henrik sacó su pistola y se asomó gritando histéricamente,
Henrik ( mostrando su arma): "¡Si no se van de aquí inmediatamente mato al sudafricano!" La voz de un policía a través de un megáfono: ¡Están todos arrestados por intento de asalto al Banco Danés. Tire esa pistola por la ventana! ...¿Qué sudafricano?"
Henrik me puso de pie y me empujó hacia la ventana.
Henrik: "Este, ustedes que tanto saben deben conocerlo!" El policía: "Si ese es sudafricano yo soy la reina de Dinamarca!" Henrik (muy nervioso): ¿Cómo? Es mi rehén! ¡El sudafricano pues...!" El policía (riendo): ¡Ese no es sudafricano, es chileno!
Un grupo de policías con ametralladoras irrumpió  por la puerta y dispararon al techo. El griterío se hizo ensordecedor. Henrik intentó escapar por la ventana pero fue detenido por una bala en el hombro. En cosa de segundos el resto del grupo estaba tirado en el suelo con las manos sobre sus cabezas. Se los llevaron a todos.
El barrio se sentía solitario sin la presencia de Henrik & Co. Algunos vecinos me contaron que los habían condenado a todos. Dos años por intento de robo armado a la "tropa" y cinco para Henrik por tener un rehén y amenazar a la autoridad con un arma de fuego.
Pero a las pocas semanas regresaron porque no había cabida en la cárcel. "¡Hola, chilenito! ¿Nos echaste de menos? Perdona el susto que te dimos. ¿Estás bien? ¿Se te ofrece alguna cosita...?"
Y bueno, nuevamente las circunstancias, más mi firme decisión de sacar a mis hijitas y a vuestro servidor de El Puente del Oeste, la Calle del Hielo y Henrik & Co., quiso la vida que pudiera cambiarme nuevamente a mi querida Calle Larga de Valby. Algo así como retornar a mis raíces sudafri... perdón! sudamericanas.

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1 comentario:

  1. que buena historia!!! me lo imaginé todo. yo no conozco nada fuera de mi Chile lindo, pero de alguna manera me hiciste viajar hasta alla!

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